¿Qué es el Trastorno de Estrés Postraumático?
Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)
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¿Qué es el Trastorno de Estrés Postraumático?
Es un trastorno emocional con un fuerte carácter conductual, que presentarán algunas personas después de haber vivido un acontecimiento especialmente estresante, catastrófico, una perdida repentina o una situación traumática. Durante una situación de mucho estrés, nuestro organismo responde de forma automática (a través del Sistema Nervioso Central) con una respuesta de huida o lucha, con el objetivo de protegernos de aquello que es peligroso. Todo el mundo reacciona de forma igual ante una situación traumática, pero es posible que un porcentaje de personas siga teniendo problemas emocionales (sensación de miedo constante, ansiedad, tristeza o ira) y se le diagnostique TEPT (Trastorno de Estrés Postraumático). Estudios como el de (Broman-Fulks et al., 2009), situaron que a grandes rasgos las reacciones psicológicas a eventos traumáticos pueden ser consideradas dentro de una categoría como patológicas o no.
A nivel clínico, el Estrés Postraumático se empieza a caracterizar a finales del siglo XIX, en ámbito del combate o la guerra como: neurosis de guerra, fatiga de combate o corazón de soldado. El personal sanitario que trataba a los ex-combatientes encontraba reacciones de ansiedad, depresión, problemas durante el período de descanso, pesadillas, culpa, irritabilidad, falta de control de los impulsos (agresividad o reactancia) y reviviscencias. Siendo utilizado por primera vez a nivel de población general, por John Erich Erichsen luego de observar los síntomas que sufrían las víctimas de accidentes del ferrocarril. Denominado en un principio como “Reacción aguda ante una gran tensión” en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) en 1977; el TEPT ha sido aceptado por la comunidad científica, relacionándose con un gran número de traumas: víctimas violación, delitos de índole sexual, víctimas de abuso físico, víctimas de accidentes de tráfico, víctimas de desastres tanto naturales como provocados por el hombre. Desde principio de los años 90´ la Asociación de Psiquiatría Americana, reconoce una idiosincrasia diferente para adultos, niños y adolescentes.
Una de las consecuencias más comunes y que más malestar genera, es que en el trastorno de estrés postraumático, las personas que lo padecen re-xperimentan una y otra vez imágenes (como flashback), en contra de su propia voluntad, aunque haya pasado tiempo. Vivenciando todos los detalles, y además estas imágenes y recuerdos, vienen acompañadas de ansiedad y emociones como un miedo intenso y elevado, preocupación excesiva, alta activación psicológica, sensación de falta de control, etc. Las personas que experimentan estas imágenes comienzan a percibir el mundo como un lugar altamente peligroso. Poco a poco se va perdiendo la sensación de control y seguridad. Los detalles de la situación, las emociones vividas, las imágenes, los olores…todo se recuerda con gran intensidad y de una manera recurrente. Esas sensaciones auditivas, visuales, táctiles, olfativas… quedan profundamente grabadas en la memoria y poseen una alta relevancia entre cualquier otro recuerdo. Vuelven una y otra vez generando mucho malestar y dolor en la persona, volviéndose intrusivas, y se incrementan si la persona intenta evitarlas de forma consciente. El pensamiento, el dialogo que tiene la persona consigo misma, además de provocarle más ansiedad, le provoca un sentimiento de culpa que le paraliza, pensando otra vez lo que pasó, lo que hizo, lo que no se hizo, pensamientos que son poco realistas, autoexigentes, pensamientos que generan indefensión, impotencia, rabia y dolor. Todo esto desemboca en un estado emocional donde predomina la ansiedad, la culpa, la ira, la vergüenza, la tristeza… y que muchas veces desemboca en depresión.
Para entender mejor lo que es el trastorno de estrés postraumático, queremos incidir en lo que se conoce cómo estrés. El estrés puede ser definido como una sobrecarga para la persona, que depende tanto de las demandas de la situación como de las herramientas y habilidades con los que cuenta la persona para afrontar la situación. En definitiva, de los recursos personales de cada uno. Es decir, que a mayores demandas de la situación y menores son los recursos personales para hacerle frente, la sobrecarga será mayor. El estrés es bidireccional. Puede ser positivo en los casos en los que la persona interpreta que esas demandas situacionales son favorables para sus intereses. Por el contrario, si percibe que dichas consecuencias son desagradables o perjudiciales, el estrés será entonces negativo. Las consecuencias de ambos tipos de estrés son similares como activación psicológica, cansancio y demás. La diferencia radica en que el primero, el positivo genera en la persona emociones positivas o agradables y el segundo produce emociones negativas o desagradables.
A lo largo del tiempo, se ha entendido el estrés como estímulo, es decir, como una serie de situaciones altamente relevantes y con capacidad de que el individuo ponga en marcha una fuerte demanda de sus recursos, habilidades o herramientas. Por ejemplo, hablamos de pérdida de empleo, pérdida de un familiar o ser querido, un matrimonio, catástrofes naturales, médicas, pandémias, epidemias, el nacimiento de un hijo, etc. Además de como estímulo, el estrés se ha entendido como respuesta a esas mismas situaciones estresantes. El estrés, sigue varias fases que incluyen cambios biológicos asociados a las situaciones estresantes: Una primera de activación, de preparación. Una segunda fase que denominamos de mantenimiento donde está presente una alta activación fisiológica que además es necesaria para hacer frente a las demandas y por último la fase de agotamiento, en la cual ya no se mantiene el nivel de alta activación fisiológica, que disminuye bruscamente. En definitiva, el estrés es un proceso interactivo donde están presentes las demandas de la situación y los recursos del individuo para afrontar la situación. Estas demandas de la situación dependen de la valoración que la persona realice sobre cómo dicha situación afectará a sus intereses. Es por eso que las mismas situaciones provocan distintos niveles de estrés en las personas. Además, los recursos o habilidades propias pueden ser valorados por la persona de forma negativa o insuficiente aunque no lo sean. Es lo que conocemos como sesgo de valoración, que tendrá como consecuencia una mayor reacción de estrés y sobrecarga y por consiguiente, un peor aprovechamiento de los recursos.
¿Cuales son los síntomas del Trastorno de Estre´s Postrauma´tico?
A nivel de diagnóstico clínico los síntomas se agrupan en categorías de clasificación A, B, C, D y E. Los indicadores difieren en niños, adolescentes y adultos, y solamente el profesional sanitario (Psicólogo o Médico) pueden diagnosticar con fiabilidad su existencia o no. Los síntomas pueden aparecer luego de los tres primeros meses del evento traumático (o en algunos casos, más tarde). El curso del trastorno deteriora las relaciones laborales y afectivas, pudiendo cronificarse en algunas personas. En otras, obtiene una total recuperación en el primer año de tratamiento. Las últimas investigaciones ya no se centran en la gravedad de la situación traumática, sino en la estrategia de afrontamiento que se desarrolla.
- La persona puede haber presenciado directamente el o los sucesos traumáticos.
- La persona puede haber presenciado directamente él o los sucesos traumáticos, que le han ocurrido a otras personas.
- La persona puede haber tenido conocimiento del o de los sucesos traumáticos, que le han ocurrido a un familiar próximo o a un amigo íntimo. Puede haber sido un suceso de carácter violento o accidental.
- La persona tiene que verse expuesta repetidamente a detalles repulsivos del suceso traumático.
- La persona puede padecer recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos de o de los sucesos traumáticos. En los niños mayores de 6 años, se producen juegos repetitivos en los que recuerdan el trauma.
- La persona puede tener sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con el o los sucesos traumáticos. En los niños suelen haber pesadillas sin un contenido claro.
- La persona puede padecer reacciones disociativas (escenas de recuerdo), en las que se siente o actúa como si se repitiera el suceso traumático. Estas reacciones suelen producirse de forma continua, y en casos extremos la persona puede perder con contacto con su realidad. En los niños suele tener lugar a que se interesan por el juego que repite la situación traumática.
- La persona puede padecer reacciones fisiológicas intensas a factores internos o externos que simbolizan algún aspecto del trauma.
- La persona realiza esfuerzos para evitar recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca del suceso traumático o que estén estrechamente asociados.
- La persona realiza esfuerzos para evitar recordatorios externos (personas, lugares, conversaciones, actividades, objetos, situaciones, etc.), qué podrían despertar recuerdos o pensamientos que generen angustia.
- La persona puede tener incapacidad para recordar un aspecto del suceso traumático.
- Aparecen creencias o expectativas negativas y exagerada sobre la persona, los demás y el mundo (“no puedo confiar en nadie”, “el mundo es peligroso”, “me están engañando”.)
- Aparece una percepción distorsionada persistente de la causa o consecuencia de los sucesos traumáticos, que hace que se acuse o responsabilice (“podría haberlo evitado”, “fue mi culpa al no estar allí”.)
- Aparece un estado emocional negativo persistente (miedo, terror, ira, enfado o vergüenza).
- Aparece la apatía y la abulia, en la perdida de interés por actividades significativas.
- Aparecen sentimientos de desapego o extrañamiento de los demás.
- Incapacidad para experimentar emociones positivas
- La persona tiene un comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poco a ninguna provocación) que se expresan típicamente como agresividad verbal o física entre personas.
- Comportamientos imprudentes o autodestructivos (accidentes, uso de drogas).
- Hipervigilancia.
- Hiperreacción.
- Problemas de concentración y de sueño.
- Se vuelve a revivir mentalmente el acontecimiento traumático (“flashbacks”) una y otra vez. Suelen aparecer sintomatología vegetativa como sudoración y palpitaciones.
- Pesadillas nocturnas o sueños de angustia.
- Pensamientos aterradores o de carácter catastrofista.
- Las personas buscan tomar distancia física y emocional de los lugares, acontecimientos u objetos que recuerdan la experiencia traumática vivida.
- Además aparecen intentos mentales para evitar pensar y recordar la situación dolorosa. Muchas veces sin éxito.
- Cambian de rutina de forma muy sutil y luego se va acentuando con el paso del tiempo, o las rutinas adquieren una conducta de control obsesiva.
- Ante la constancia de la vigilancia para controlar los recuerdos dolorosos, las personas se vuelven irritables, ansiosas, con problemas para las actividades cotidianas.
- Aparece comportamientos de tensión en el hogar o el trabajo, siendo vivida cualquier situación como «un ataque».
- Suelen sentirse con tensión y “con los nervios de punta”
- Aparecen problemas de concentración y de conciliación del sueño por la interrupción de los pensamientos que generan angustia y los recuerdos del trauma.
- Problemas para recordar detalles importantes de la experiencia traumática.
- Pensamientos negativos sobre uno mismo o el mundo.
- Sentimientos distorsionados de culpa o remordimiento.
- Pérdida de interés en las actividades placenteras (apatía y abulia).
- Estos síntomas pueden hacer que la persona se sienta aislada o distanciada de sus amigos o familiares, y comience a refugiarse en el consumo de alcohol o sustancias de abuso.
¿El Trastorno de Estrés Postraumático se presenta en los niños y adolescentes?
Los niños y los adolescentes expuestos a situaciones de experiencia traumática, experimentan síntomas diferentes que los adultos. En la última revisión del DSM V, se incluye la siguiente clasificación por edades, que incluyen también menores de 6 años. Este último se denomina «Trastorno por Estrés Postraumático en niños preescolares«. El diagnóstico diferencial se centra en la gravedad de las conductas experimentadas en base a la no existencia del evento traumático en el pasado biográfico del menor. Se estima que los niños y adolescentes son las personas más vulnerables por su propia constitución a desarrollar afectos negativos luego de desastres naturales. Estudios como el de (Osofsky et al., 2009) encontraron síntomas en un porcentaje de entre 25% y 60% de los niños, que habían sufrido un evento traumático significativo. En estos estudios se valoro lo que se denomina el CPT (Crecimiento Postraumático), que se define con un proceso de adaptación y aprendizaje continuo luego de un cambio vital significativo como una pandemia o guerra. En los adolescentes se ha encontrado una prevalencia del 6,3%, sin una clara diferencia por sexo tras la exposición al suceso estresante. Pero sí, la gran mayoría de los estudios concluyen que las mujeres desarrollan síntomas más graves y duraderos. Lo que los estudios van a considerar un evento traumático, se definirá por la presencia de un suceso denominado estresor, capaz de modificar el equilibrio psicológico y fisiológico de la persona. Está perdida de la homeostásis, conllevará necesariamente un estado de activación para la adaptación a la nueva situación (cambios biológicos, psicológicos y sociales).
- Respecto a la población infantil, las investigaciones demostraron que los niños no necesariamente manifiestan abiertamente perturbación frente a sus pensamientos intrusivos e indeseados (Scheeringa & Zeananh, 2001).
- Suelen aparecer comportamiento de irritabilidad o de ira (con poca o ninguna provocación). Que los niños suelen expresarlo en personas u objetos que se encuentran disponibles para ellos (incluye también pataletas extremas).
- O viven la situación directamente o han tenido conocimiento de ella por medio de sus padres o cuidadores.
- Reacciones disociativas (o escenas) en donde el niño actúa o siente como viviera el suceso traumático.
- Reacciones fisiológicas al recordar el evento traumático.
- Aumenta la frecuencia de emociones negativas (ira, enfado, rabia, culpa, tristeza, confusión).
- Disminuye el interés por el medio que les rodea, esto se observa principalmente en el juego.
- Aparece un comportamiento social retraído.
- Frecuentemente les cuesta expresar emociones positivas.
- Tienen problemas de concentración y de atención.
- Dificultades para dormir o sueño inquieto.
- Conductas regresivas (olvidarse de cómo hablar).
- Orinarse en la cama.
- Se aferran de manera inusual a adultos para buscar seguridad.
- Rememoración recurrente, involuntaria que va cargada de un gran monto de angustia.
- Aparición de sueños de angustia.
- Sueños recurrentes, que muchas veces se convierten en pesadillas, pero no necesariamente en niños menores de 6 años, se identifica como tal.
- Reacciones disociativas, a través de la reexperimentación del suceso traumático de forma simbólica o con el juego.
- Angustia a estímulos internos o externos que se asemejan a algún aspecto del trauma. Por ejemplo, asociar un elemento en concreto (un detalle cualquiera) con el recuerdo del trauma.
- Evitación persistente de recuerdos, sentimientos o situaciones externas del trauma.
- Tienen a evitar aquello que esta relacionado con el suceso traumático o que les pudiera evocar el recuerdo.
- Experimentan una marcada incapacidad para recordar importantes aspectos del evento traumático.
- Aparece un pensamiento distorsionado sobre las causas o consecuencias del trauma (culpa o sentimiento de poderlo haberlo evitado).
- Disminuyen las emociones positivas y hay aumento de las emociones negativas (miedo, culpa, tristeza, vergüenza, confusión)
- Experimentan falta general de interés, aislamiento social, una sensación subjetiva de entumecimiento de los sentimientos y una expectativa reducida del futuro (p. ej., pensar «no tengo futuro»).
- Suele aparecer una hiperexcitabilidad, que se traduce en temblores y respuestas de sobresalto exagerada
- Dificultad para relajarse y concentrarse.
- Comportamiento agresivo o imprudente.
Los niños y jóvenes que sufren un estrés de carácter repentino, impredecible y no repetitivo. Aparecen síntomas de hipervigilancia, conductas de evitación y percepciones distorsionadas del recuerdo.
Ocurre luego de un tiempo prolongado y sostenido de exposición a situaciones de estrés intenso y reiterado, lo cual conlleva a un estado de adaptación ansioso anticipatorio. Esto pondrá en marcha mecanismos defensivos como la negación, represión o disociación. Un cambio de tipo II, modificará el carácter de la persona (un ejemplo de esto son los abusos sexuales o el padecimiento de una enfermedad grave).
Tras un evento traumático de carácter único, y concomitante a este, se desencadena una situación estresante que se sostiene en el tiempo. Aquí aparece sintomatología de tipo mixta, ansiosa-depresiva. Por ejemplo luego de una muerte no esperada.
Distintos estudios documentan la presencia con una mayor frecuencia del Trastorno de Estrés Postraumático y cuadros de tipo psiquiátricos como, depresión, trastornos de ansiedad y adaptativos. En situaciones disfuncionales a nivel familiar y social, es común encontrar sentimientos de culpa, ánimo triste, baja autoestima y falta de placer. Además otros estudios han documentado, una mayor probabilidad de tener trastornos de alimentación, trastornos de ansiedad y somatización, tanto en adolescentes varones como mujeres. Llegando en casos más graves, a una ideación suicida.
¿De qué depende que una persona desarrolle o no un Trastorno de Estrés Postraumático?
Existen múltiples causas del estrés postraumático. Los genes, los factores de personalidad, las emociones y el ambiente familiar y/o social pueden jugar un papel importante en desarrollar o no la enfermedad. Los traumas emocionales del pasado pueden incrementar el riesgo de padecer este trastorno después de un acontecimiento traumático. El trastorno de estrés postraumático puede ocurrir a cualquier edad y aparecer después de hechos como: Una agresión. Una guerra. Una epidemia/ pandemia. Abuso o agresión sexual (violación). Desastres naturales. Pérdida de personas queridas. Violencia doméstica. Violencia de género. Robo o intento de robo.
No todas las personas que experimenten una situación de peligro experimentará el trastorno de estrés postraumático. Hay personas que se recuperan muy rápido de una situación peligrosa, un trauma o un acontecimiento impactante. Pero otras personas, necesitarán ayuda tanto médica como psicológica para poder avanzar en el proceso de recuperación. ¿De qué depende que una persona desarrolle o no un trastorno de estrés postraumático?. Existen muchos factores que contribuyen o aumentan la probabilidad. Aquellos factores que aumentan la probabilidad se denominan factores de riesgo, que hacen que una persona sea más propensa a desarrollar este trastorno. Generalmente los factores de riesgo se clasifican de acuerdo a las características personales y el evento traumático experimentado. Así, los rasgos de personalidad previos y en particular lo que se relaciona con el factor de “neuroticismo” es un predictor significativo para el curso del TEPT. Algunos factores están presentes durante el momento traumático o la experiencia dolorosa, y otros de ellos están presentes antes del acontecimiento traumático. Aquí mencionamos algunos de esos factores de riesgo de los que hablamos:
- Haber pasado por circunstancias peligrosas o traumáticas. Los estudios indican una mayor vulnerabilidad fisiológica o una predisposición (al reactivar el Trastorno de Estrés Postraumático), situaciones previas no resueltas. Un ejemplo de esto serian, duelos no resueltos, historias de abuso, etc
- Haber salido lastimado o dañado.
- Presentar antecedentes de trastornos psiquiátricos previos: los trastornos de personalidad, de ánimo y el abuso de drogas y alcohol, frecuentemente son indicador de un peor pronóstico en el diagnóstico.
- Presentar antecedentes de consumo de sustancias ilegales.
- Haber experimentado alguna experiencia traumática durante la niñez, crecer en ambientes con poca estructuración familiar o con historias de violencia y agresión.
- Ver a personas heridas.
- Ver a personas que han perdido la vida.
- Experimentar de manera recurrente sentimientos como el miedo extremo, impotencia o terror.
- Tener escaso o nulo apoyo social después del acontecimiento traumático. Aquí la red social, es un sostén fundamental en la prevalencia o incidencia del TEPT.
- Haberse enfrentado al proceso traumático como por ejemplo la pérdida de un ser querido, lesiones o dolor, pérdida de trabajo o vivienda con un exceso de estrés y ansiedad.
- Padecer ansiedad o depresión antes de sufrir el evento traumático.
- La edad y nivel de desarrollo de la persona: si la persona sufre un trauma en edades muy tempranas puede desarrollar síntomas del TEPT de mayor gravedad.
- Las mujeres tienen una mayor probabilidad de sufrir trastorno de estrés postraumático, aunque los hombres están más expuestos a sucesos traumáticos
Tras sobrevivir a un acontecimiento traumático, muchas de las personas al principio experimentan síntomas similares a los del trastorno de estrés postraumático, como él no poder dejar de pensar en lo acontecido. Es normal y frecuente tras un trauma, experimentar reacciones como la ansiedad, el estrés, culpa, enfado o incluso depresión, pero esto no significa como venimos señalando, que se vaya a desarrollar a largo plazo un trastorno de estrés postraumático. Obtener ayuda y apoyo emocional a tiempo, podría evitar que las reacciones normales al estrés. El apoyo de la familia, amigos es importante y preventivo.
Por otra parte, en las características individuales aparece fundamentalmente el termino resilencia, que procede del latín (Resilio), que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. El concepto se ha utilizado en Psicología, desde la arquitectura, como la resistencia de un cuerpo a la rotura o al golpe. O la capacidad de un material de recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. Esta última acepción es la más utilizada, que es una derivación de la ingeniería a las ciencias sociales. De esta manera, la habilidad para afrontar exitosamente el estrés y los eventos adversos, dependen de la interacción de distintos eventos de la vida, el temperamento biológico, la inteligencia, el locus de control interno, la familia, el ambiente, la comunidad donde se halla la persona, las relaciones de apoyo y la edad. Concomitamente, el estilo atribucional, la autoestima y la sensación de una mayor autoeficacia; conllevan a lo que se suele denominar una personalidad “hardiness” o resistente. Los componentes principales de la misma son, el compromiso como la implicación plena en las actividades que una persona realiza en su vida, el control o sentimientos de influencia personal enfrente a los acontecimientos, el desafío o la creencia que es el cambio y no la estabilidad; una característica importante de la vida. Todo esto lleva a que si se produce un acontecimiento traumático, el individuo tendrá estrategias para amortiguarlo y no verlo sólo en sentido negativo. Tendrá por lo tanto, un estilo de afrontamiento resistente y resiliente, denominado afrontamiento transformacional.
Resumiendo, los factores de resiliencia y protección que pueden reducir el riesgo de trastorno de estrés postraumático incluyen:
- Buscar apoyo de otras personas, como amigos y familiares.
- Ser capaz de actuar de manera eficaz pese a los sentimientos de miedo o ansiedad que se pudiera tener.
- Contar con buenas herramientas y habilidades de afrontamiento y valorarlas de manera adecuada.
- Encontrar un grupo de apoyo después de haber experimentado el trauma.
- Valorarse y sentirse bien después las decisiones que se tomaron durante la experiencia traumática.
- Poseer una buena autoestima y un buen autoconcepto de sí mismo/a.
- Poseer estrategias de afrontamiento adecuadas. Un adecuado locus de control y estrategias de afrontamiento para enfrentarse a situaciones adversas.
¿Cómo me puedo ayudar a mi mismo?
El término Crecimiento Postraumatico hace referencia al aprendizaje a través del proceso de lucha. O lo que es lo mismo, el cambio positivo que una persona vive a partir de la vivencia de una tragedia. Desde investigadores como (Calhoun y Tedeschi, 1999), se llegó a la conclusión que muchas veces la experiencia catastrófica o traumática opera como un cambio positivo en algunas personas, en una situación mejor que antes de ocurrir el suceso. Hay que tener claro, que este proceso no es global ni todas las personas pueden aprender de algo negativo, pero es cierto, que quienes lo consiguen encuentran un beneficio personal de crecimiento humano (Park et. al., 1998). Optimismo, extraversión, esperanza, creencias religiosas son características encontradas con mucha frecuencia en personas que han vivenciado un estrés postraumático. No obstante, el crecimiento postraumático puede ser interpretado de diversas maneras. Las teorías de adaptación defienden que la adversidad puede ser menos lesiva para una persona, por los procesos cognitivos de adaptación (de un mismo y de los demás), fomentando la distorsión que uno es mejor que antes que eso pasara. El proceso psicológico y psicoterapéutico de acompañamiento a una persona que ha vivido un trauma y este pasando por un cambio de crecimiento postraumático no puede ser interpretado como una fórmula rígida o procedimiento establecido. Sino, es que su rol debe ser acompañar a la persona en el descubrimiento de sus propios recursos, y despertar en él el crecimiento para encauzar su curación. Calhoun y Tedeschi (1999), dividieron en tres categorías al crecimiento postraumático que pueden experimentar las personas:
- El sentimiento que comparten muchas personas que pasan por situaciones traumáticas (pandemias, catástrofes naturales o humanas, actos terroristas, etc.), es un aumento de confianza en las propias capacidades para afrontar adversidades en el futuro. Cuando una persona se ve sujeta a un cambio traumático indeseado, muchas veces la lucha por la sobrevivencia (emocional y física) es la única opción.
- A raíz de un evento traumático, muchas personas ven fortalecidas sus relaciones. Uniendo a amigos, familia, compañeros. El haberse enfrentado a una situación traumática despierta en las personas un sentimiento de compasión y empatía hacia el sufrimiento de otras personas, promoviendo nuestro aspecto más social y humano, que es la ayuda mutua. (Affeck, et. al, 1985).
- Las experiencias traumáticas sacuden las concepciones e ideas con las que las personas construían su vida. Para (Bulman, 1992), pasar por un evento traumático cambia la escala de valores y se suele apreciar cosas que antes se había olvidad o creía irrelevantes para sí mismo.
Tratamientos basados en la evidencia científica
Numerosas investigaciones han destacado que la terapia cognitiva-conductual centrada en el trauma y la terapia de desensibilización y reprocesamiento ocular (EMDR), han sido eficaces para el tratamiento del Estrés Postraumático. La TCCCT (Terapia Cognitiva-Conductual Centrada en el Trauma) es una variante que incluye técnicas para cambiar la forma que la persona que lo padece, piensa y actúa. Generalmente las técnicas de exposición son eficaces según los estudios realizados por (Creamer, 2004), (Resick, 1992) en terapia cognitiva; (Brom 1989) en terapia psicodinámica; y (Shapiro, 1989) en EMDR. Cada persona es diferente y el trastorno por estrés postraumático le afectará de distintas maneras, por lo que es posible que un tratamiento que funciona para una persona no funcione bien para otra. La psicoterapia o “talk cure”, implica contactar con un profesional de la salud mental, para una intervención que puede ser individual o grupal. Es el profesional tratante quien dirige los recursos de la psicoterapia en función de las necesidades de cada persona.
El NICE (National Institute for Health and Care Excellence), recomienda:
- Proporcionar información validada de forma verbal al paciente, sobre las reacciones comunes a los eventos traumáticos, incluyendo la sintomatología asociada, la evolución, curso y las opciones de tratamiento. De esta manera, realiza una psico-higiene de forma integral.
- Fomentar un apoyo entre personas que han experimentado el evento traumático, supervisados por un profesional de la salud mental.
- Generar ambientes seguros, privados, confidenciales; donde la persona que acuda se sienta protegida.
- Involucrar al grupo familiar y los cuidadores cercanos, brindando apoyo emocional y evaluando el impacto del Estrés Postraumático en ellos también. Sus familiares deben ser informados sobre el objetivo, el contenido, la duración y el modo de aplicación del tratamiento; así como las expectativas de mejorar en el mismo.
- La terapia de exposición: ayuda a las personas que han sufrido un evento traumático a enfrentarse y darle un sentido a sus miedos. Poco a poco, ocurre una exposición segura, por medio de imágenes evocadoras, acompañar a la persona a una situación semejante o cualquier intervención que se realice en acercamiento al evento traumático, en una situación científicamente controlada. El afrontamiento proactivo del miedo es la forma mejor para atacar el propio miedo, mientras que la evitación nos sensibiliza más aún a él. La exposición consigue romper la asociación entre él estímulo y la respuesta emocional condicionada, lo que promueve la disminución y extinción de la respuesta temida. Con la exposición se activa el miedo presente en los recuerdos traumáticos, después se permite al paciente tener una experiencia correctora en ausencia de consecuencias aversivas. En la terapia de exposición el objetivo es tener menos miedo a los recuerdos ya que las personas aprenden a temer a los pensamientos y sentimientos que les evocan un evento traumático pasado. En definitiva en la exposición se hace pasar de nuevo a la persona por la situación traumática que padeció, pero esta vez de una manera segura, de tal forma que ahora si tenga los recursos necesarios para enfrentar el suceso, afrontando positivamente el problema y combatiendo la evitación que hace que el trauma se perpetúe
- La reestructuración cognitiva: tiene cómo objetivo dar un nuevo sentido a los recuerdos dolorosos. Intentando mitigar los sentimientos de culpabilización y vergüenza. El psicoterapeuta ayuda a ver sus conflictos de forma realista a sus posibilidades de eficacia en la resolución del mismo. Esto acompaña a un aprendizaje sobre el trauma y sus efectos, las habilidades para el control y manejo de la ira, consejos de psicohigiene y la reevaluación de los demás síntomas asociados.
- EMDR: se debe utilizar entre el primer y tercer mes del evento traumático de forma general por los recursos públicos de salud y más de tres meses, si la persona lo solicita voluntariamente. El tratamiento debe basarse en una media de 8-12 sesiones (o más), con supervisión, implicación gradual, manejo de recuerdos y situaciones traumáticas, identificación de recursos angustiosos, etc. Siempre orientado por un profesional de la salud mental, debidamente acreditado.
- Entrenamiento en inoculación de estrés: Esta técnica desarrollada tempranamente por Meichenbaum, (1987) ha demostrado tener utilidad para para reducir los síntomas de ansiedad en el estrés post-traumático basando en diferentes ejes de intervención como: la psicoeducación, donde con la mayor participación mejora los recursos de afrontamiento (instrumentales y emocionales) para identificación y resolución de problemas orientados a controlar sentimientos de incapacidad, desesperanza y desesperanza. Aquí también deben incluirse la posible utilización de técnicas de relajación muscular, role-play, parada del pensamiento y auto-diálogo dirigido. Resumiendo, el objetivo se basa en aprender a reconocer y controlar emociones negativas, como la ira, planificando nuevas alternativas más adaptativas. Confiando en los recurso de cada persona.
- Terapia de aceptación y compromiso: Este modelo también llamado de tercera generación, en lugar de utilizar la exposición para reducir el miedo, redirige la actuación de la persona a conseguir una nueva conducta dentro de sus valores que le ayude a afrontar situaciones amenazantes. La aceptación se basa en aceptar que lo ocurrió no podría ser de otra manera y se busca brindar a la persona de un sentido diferente de la misma situación. El psicólogo acompaña aquí a descubrir al paciente, sus recursos, valores éticos fundamentales y aceptar la posibilidad de una vida más plena, sin evitar el sufrimiento, tomando este último como algo normal de la experiencia humana. Por medio de una auto-aceptación, la observación profunda de los procesos superiores mentales y la revisión de las creencias personales, centrado en lo actual, la persona se comprometerá a seguir su vida sin el peso de las opiniones externas que pueden influirle negativamente.
- Psicoterapia dinámica de grupo: Esta herramienta auxiliar y complementaria de la psicoterapia individual, proporciona una buena oportunidad para reconstruir y dominar el trauma, igual que para el tratamiento del TEPT. El hecho de seguir una guía con sesiones organizadas por un profesional de la salud mental, orienta a los pacientes y brinda el apoyo necesario para mitigar su malestar. Aquí el profesional que acompaña el grupo, se ofrece como una figura de apoyo y sostén, segura, que no juzga ni crítica, acompañando al grupo como entidad y cada persona como individuo, a re-elaborar su trauma complejo.
- Fase I: Es importante garantizar la seguridad psico-física del paciente, y que el mismo se encuentre preparado para estar libre a generar una exposición mayor de recursos, emociones y situaciones estresantes traumáticas. Además de efectuar la adecuada evaluación diagnóstica, desde la primera entrevista la prioridad debe ser el establecimiento y la consolidación de una relación de confianza o alianza terapéutica fuerte. El tratamiento del paciente con TEPT debe ser siempre individualizado, según la naturaleza del cuadro clínico (comorbilidades, gravedad, tiempo de evolución, etc.) y de factores personales y ambientales que concurren en cada caso. La satisfacción del paciente en relación con su médico o terapeuta es la principal variable mediadora en una buena adherencia y efectividad terapéutica.
- Fase II: Es importante en esta, que el psicoterapeuta entienda las reacciones de estrés particulares de la persona que tiene enfrente, para luego buscar su modificación.
- Fase III: Aceptación y compromiso por parte del paciente, de comenzar a reanudar su vida. Así como reconocer la importancia de la gratificación por medio de sus capacidades psicológicas, recursos personales y sociales. Se debe ayudar al proceso de recuperación y procurar el mayor beneficio del paciente, según los objetivos propuestos: reducir la gravedad de los síntomas, prevenir o mitigar las enfermedades comórbidas, mejorar la adaptación y favorecer o restablecer el desarrollo, prevenir las recaídas e integrar la experiencia traumática en su vida. Es esencial la orientación a la recuperación como proceso de cambio de actitudes, objetivos y roles de una persona para vivir una vida productiva y satisfactoria, a pesar de las limitaciones causadas por la enfermedad. Este proceso incluye diferentes dimensiones, como: la mejora del bienestar y la calidad de vida.
Psicoterapia y Fármacos
Sobre los diferentes estudios neurobiológicos del Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), se han obtenido datos relevantes desde la investigación animal y de los aportes de la neuroquímica, la neuroendocrinología y últimamente de las neuroimágenes. Actualmente se han identificado algunas estructuras cerebrales que participarían en la génesis del TEPT, como el hipocampo, la amígdala y por último la corteza prefrontal. Así mismo, las implicaciones del sistema noradrenérgico y el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal; han sido claves en avance y entendimiento del mismo. Es justamente a partir de los estudios en los modelos animales relacionados con el trauma y estrés, por que los pacientes con Trastorno de Estrés Postraumático reciben una farmacoterapia adecuada y racional para la enfermedad. Al momento de indicar o preescribir un tipo de fármacos, sólo el médico psiquiatra es el profesional competente para realizar un diagnóstico completo, evaluando la severidad de los síntomas, la respuesta en tratamientos previos (si existieren), el tiempo de evolución, la aparición, etc. Los psicofármacos utilizados inicialmente en el TEPT fueron los antidepresivos. Lamentablemente a la fecha se dispone de pocos ensayos clínicos controlados, la mayoría son estudios abiertos o casos anecdóticos. Las muestras son pequeñas y en su mayoría corresponden a veteranos de guerra; a su vez los ensayos son de corta duración (8 a 12 semanas) y han sido evaluados de preferencia mediante la escala de impacto del acontecimiento traumático y muy pocos a través de la CAPS, que sería más específica. Además varios estudios incluyen trastornos comórbidos, lo que dificulta extraer conclusiones acerca del efecto específico de determinado fármaco en el TEPT. El abordaje actual del TEPT comprende tanto farmacoterapia como psicoterapia. Ambas tienen su indicación y aplicación racional en el afrontamiento multidimensional del trastorno. De hecho, existe evidencia sólida que ofrece apoyo empírico para la recomendación de intervenciones combinadas fármaco–psicoterapéuticas en pacientes con TEPT y la mayoría de guías de tratamiento son partidarias de la aplicación de ambas técnicas de tratamiento (Thomas y Stein, 2017).
- El sistema serotoninérgico: La 5-hidroxitriptamina (5-HT, serotonina), como aminas, se localizan en los núcleos del rafe en el sistema nervioso central, proyectándose a diferentes estructuras cerebrales: hipocampo, hipotálamo, ganglios basales y otras áreas de la corteza. La serotonina actúa sobre receptores de siete tipos diferentes (5-HT1 a 5-HT7) entre los que, además, se han podido distinguir cinco subtipos de receptores 5-HT1 (5-HT1A a 5- HT1F) y tres de receptores 5HT2 (5-HT2A a 5-HT2C). Con excepción del receptor 5-HT3 (receptor ionotrópico), el resto de los receptores serotonérgicos están acoplados a diferentes proteínas G (Gi/o, Gq o Gs), dependiendo del tipo de receptor serotonérgico. Dada la gran complejidad y variedad de receptores serotoninérgicos, la misma esta implicada activamente en la regulación de las emociones, el control de la ansiedad, en la etipatología de la depresión, actividad cognitiva y algunos estados disociativos en la personalidad. Además tiene funciones de regulación entre la secreción de hormonas (adrenocorticotropina (ACTH), gonadotropinas, hormona del crecimiento, prolactina y melanocortina), la termogénesis, el control de temperatura y los ciclos vigilia/sueño (receptores 5-HT1A, 5-HT2A, 5-HT3 y 5-HT7).
- El sistema glutamatérgico: En el Sistema Nervioso Central, el principal neurotransmisor de naturaleza excitatoria es el glutamato. Este se libera por un mecanismo regulado por el calcio, siendo captado por los astrocitos o por el terminal nervioso (EAAT3). Entre los receptores de glutamato, distinguimos dos familias: los ionotrópicos, NMDA (N-metil-D-aspartato), AMPA (ácido α-amino-3-hidroxi-5-metil-4-isoxiazolpropiónico) y kainato (KAR), que actúan como canales de cationes; y los metabotrópicos (mGluR1- mGluR8), acoplados a proteínas G, que modifican la respuesta de los canales de membrana y modulan las concentraciones de segundos mensajeros. En función de esta localización, la neurotransmisión glutamatérgica resulta clave en la respuesta a estrés mediada por el eje HPA: inhibe la actividad HPA mediante señalización GABAérgica; facilita la secreción de corticosterona y ACTH; además puede inhibir la actividad el eje HPA sobre el hipotálamo mediante la activación, a nivel subcortical, de neuronas GABAérgicas que proyectan al núcleo paraventricular del hipotálamo. Todas estas alteraciones que se producen en la transmisión glutamatérgica tras la exposición al trauma pueden contribuir de alguna manera al desarrollo y persistencia de TEPT, creando un circuito de retroalimentación negativa, que en parte se perpetúa por un tono excitatorio/glutamatérgico anormalmente disminuído en el cortex prefrontal medial (Pitman et al., 2012) y el hipocampo (Musazzi et al., 2013; Pitman et al., 2012; Popoli et al., 2011).
- El sistema endocannabinoide: el eCB, es un sistema lipídico neuromodulador constitutido por receptores CB1 y CB2 que son sintetizados a demanda de la neurona postsináptica y liberados en el espacio intersináptico donde se irriga hacia los axones terminales. De hecho, es su presencia en terminaciones nerviosas de esta naturaleza en regiones relevantes para el control de la ansiedad y el condicionamiento del miedo, lo que hace que los receptores CB1 representen una potencial diana terapéutica en el tratamiento del TEPT (véase apartado 7.2.2.). 9 En definitiva, en el SNC los endocannabinoides endógenos modulan funciones superiores como la ingesta, la ansiedad, el aprendizaje, la memoria, el crecimiento y desarrollo.
La fluoxetina ha sido evaluada en veteranos, con escasos beneficios respecto al placebo. En los estudios realizados con personas que no pertenecían a los estatutos militares, muchos reaccionaron adecuadamente a una dosis de 20mg – 60 mg, durante aproxidamente 12 semanas, con una buena tolerancia al fármaco y acompañada de psicoeducación. Además, la utilización de los ISRS, redujeron la frecuencia cardíaca de los pacientes, lo que significó una mejora en la regulación del sistema autonómico central en el TETP (además de la mejora en sistema paralímbico y prefrontal). La sertralina, es un fármaco de elección también que ha sido ampliamente probado desde 1999 por la FDA (en EEUU). Si bien los primeros estudios que se realizaron con el mismo fue con veteranos de guerra, se ha visto adecuada su utilización en casos de víctimas de abusos sexuales y en pacientes de patología dual (alcoholismo). Mejorando principalmente la respuesta de alerta y hiperactivación, además del embotamiento afectivo. Generalmente es una utilización en el TETP crónico, que mejora el deterioro psicosocial de los pacientes que lo padecen. Además podemos encontrar la parotexina, la fluvoxamina, y el citalopram.
También han sido empleados en el TEPT; sin embargo, se dispone sólo de algunos informes sobre estudios de casos con tioridazina (131) y risperidona (132–134) con resultados favorables. Un estudio abierto con olanzapina en veteranos durante 8 semanas demostró eficacia del neuroléptico (135); en cambio en un estudio doble ciego, placebo controlado por 10 semanas con dosis flexible hasta 20 mg la olanzapina no fue superior al placebo, pero la muestra fue de sólo 15 pacientes (136).
Entre los estabilizadores del ánimo que se han empleado en el TEPT, podemos encontrar la utilización de la carbamazepina con buenos resultados, pero son pocos los pacientes que han sido evaluados y los estudios son abiertos. El valproato, ha demostrado utilidad en dos estudios abiertos (141,142); en cambio, la lamotrigina en un estudio doble ciego, placebo controlado, fue más eficaz que el placebo en dosis de hasta 500 mg diarios para los síntomas principales del TEPT (143). El litio ha sido eficaz en el control de la irritabilidad de dos pacientes con TEPT. Un estudio abierto, de 33 semanas de duración promedio, con topiramato en dosis de hasta 500 mg demostró una eficacia de este anticonvulsivante como monoterapia o bien en combinación con otros fármacos en población civil con TEPT crónico.
Propranolol: Como antagonista B-adrenérgico, su función consiste en intervenir la consolidación de nuevos recuerdos que contengan la carga traumática. Los estudios recientes han demostrado que bloqueando los receptores mencionados adrenérgicos postsinápticos del núcleo basal lateral de la amígdala, bloquea la consolidación de los recuerdos traumáticos (Dȩbiec, et al., 2011). Implicaría, resumiendo, rebajar la carga emocional al recuerdo en el procesamiento más que eliminarlo. Para que sea eficaz, los estudios realizados indican que debe administrarse el fármaco dentro de un protocolo de tratamiento inmediatamente al suceso traumático, antes de la recuperación y reactivación de los recuerdos del mismo.
Hidrocortisona: Su funcionamiento en el TEPT se debe a su poder como glucocorticoide en la modulación adaptativa de la consolidación de recuerdos, en los procesos de re-contextualización del suceso traumático (Yehuda, et al., 2015).
Están estudios la ketamina, cananbinoides, inhibidores de enzimas catabólicas, cannabidiol, NDMA.
¿Dónde puedo buscar ayuda?
Si no está seguro de dónde obtener ayuda, puedes consultar con tu médico de cabecera o familia, dentro del Sistema Nacional de Salud a través de medicina familiar o ponerte en contacto con alguien de uno de los grupos que figuran a continuación:
- Especialistas sanitarios en salud mental, como psiquiatras, psicólogos que traten ansiedad o centro de salud mental base si vives en Madrid.
- Centros privados en tratamiento de la ansiedad.
- Centros comunitarios de salud mental
- Las áreas de psiquiatría de los hospitales y consultorios externos de tu ciudad.
- Grupos de apoyo.
- Programas de asistencia que tengan en tu empresa.
- Organizaciones médicas o psiquiátricas locales.
- En España en la Sociedad Española de Estrés Postraumático.
Buscar ayuda para un familiar o alguien que conoces que sufre Trastorno Estrés Postraumático
Siempre puedes hacer algo para ayudar a un ser querido a mejorar su estado de ánimo, luego de haber sufrido el estrés ocasionado por un evento traumático. Luego de un accidente de tráfico, un robo, una agresión, o una catástrofe natural, será de gran ayuda contar con el apoyo de las demás personas. Lo primero que puede llegar a instaurarse luego de un evento catastrófico o psico-traumático para una persona, es el trastorno por estrés agudo o comúnmente llamado, TEA, (que no tiene relación con el trastorno del espectro autista). Con mucha frecuencia, la persona que lo padecerá tendrá sueños vividos, pesadillas, sueños de angustia, dificultad para conciliar el sueño (insomnio inicial o medio) o algún trastorno de ansiedad o pánico. Suele ser transitorio. Pero si sobrepasa el mes de duración, y ves que lo que debería ser una adecuada y no patológica reacción adaptativa a un estrés grave, se mantiene en el tiempo. Por lo cual, observas que la persona cercana cambia los hábitos, las rutinas, el trabajo, los estudios o los ciclos de sueño, podría ser el comienzo del desarrollo del Trastorno de Estrés Postraumático o (TEPT). Si es así, y has encontrado alguna similitud en lo que ocurre, la evaluación y diagnóstico por parte de un psicólogo sanitario puede ser la llave para la recuperación. Puedes animarle a que hable con médico o un profesional de la salud mental capacitado para buscar ayuda. En este proceso motivacional, muchas veces la persona no reconoce que padece esa sintomatología ya sea por miedo, vergüenza o simplemente por pura supervivencia. Por el hecho, que si asumiera que la padece, conscientemente también asumiría su vulnerabilidad y desprotección. Entonces, como familiar o persona cercana, puedes acompañarle a buscar ayuda sin presionar. Para ello te recomendamos lo siguiente:
Busca un sitio tranquilo, relajado y un momento donde no vayan a interrumpirles o tengan prisa para hablar de lo que ocurre, de los sentimientos y de lo que te preocupa de él o ella. Realiza una escucha activa, sin suponer, juzgar o dar consejos. Simplemente limítate a preguntar y escuchar de forma abierta cómo se siente la otra persona sin imponer tu criterio.
Si ves que no quiere hablar, no le presiones. Frena, espera y si se tiene que retomar la conversación en otro momento u día, vuelve empezar sin sentirte frustrado/a o agobiado por “no haber conseguido nada” de forma rápida. Esto es un proceso.
Esto es fundamental. Si no esta lista o dispuesta la persona a hablar, tienes que dejarle su tiempo. Sólo asegúrate de dejarle claro que sabes que ocurre y que estas allí para cuando haga falta.
Sí observas que no puedes seguir los pasos y sospechas o la persona que hablas tiene sentimientos de tipo negativo y una ideación de hacerse daño. No sobreactues, pero reacciona. Responde con calma, busca ayuda médica cercana y quédate con él/ella hasta que llegue. Es importante que no este nunca sola si ha verbalizado el hecho de hacerse daño.
Cuidar a alguien que padece una patología de tipo postraumática o una perdida importante, genera una fatiga emocional grande. Puede llevarte mucho tiempo conseguir que resuelva su problema y por lo tanto, no te frustres y busca ayuda profesional y apoyo para ti si lo necesitas. No te olvides de cuidarte de ti mismo, porque la persona que cuidas no podrá hacerlo de forma inversa. Acepta la ayuda de los demás y la profesional si es necesario.
¿Algunas mujeres son más propensas que otras a desarrollar TEP?
De acuerdo con los estudios realizados por la Oficina de salud para la Mujer del departamento de Salud y Servicios Humanos de EEUU, las mujeres son dos veces más propensas que los hombres a desarrollar TEPT en sus vidas. Las mujeres pueden experimentar el TEPT de forma diferente de los hombres, presentando una sintomatología que dura más tiempo (casi 4 veces más que los hombres), piden antes tratamiento y diagnóstico.
No obstante, las mujeres consumen menos alcohol y drogas ilegales en comparación con los hombres que han sufrido un Trastorno de Estrés Postraumático. Sin embargo todavía hace falta mucha investigación para aclarar la relación de género y la psicopatología. Las investigaciones coinciden que el aumento en la prevalencia de los Trastornos de Estrés Postraumáticos en mujeres corresponde a factores psicosociales y socioculturales, que incluyen diferencias en el tipo de estrategias de afrontamiento de la persona frente la situación traumática, el rol, el nivel educativo, el estado civil, las diferencias de ingresos económicas, el apoyo u aislamiento social, las normas culturales y la vulnerabilidad a la exposición a diferentes eventos psicotraumáticos durante la infancia y el desarrollo, como las que se ven expuestas las mujeres por su condición de género.
A su vez, hay estudios que afirman de la existencia de diferencias: neuroanatómicas, fisiológicas y fisiopatógicas con respecto a las respuestas de activación ante el estrés. El trastorno de angustia caracterizado por ataques de pánico inesperados y repetidos, siempre van acompañados de un malestar clínicamente significativo para la persona que lo padece. Los estudios de corte epidemiológicos realizados, corroboran que la prevalencia de los mismos es el doble de frecuente en mujeres que en hombres, iniciándose en las primeras de forma más temprana con sintomatología de ansiedad generalizada y somatización. Estudios de neuroimagenes como el realizado por (Asami et al., 2009) encontraron cambios sexo-dimórficos en las distintas estructuras cerebrales de pacientes que padecían trastornos del espectro ansioso. En los hombres había una reducción de la amígdala derecha y la corteza insular bilateral, en cambio las mujeres mostraron alteraciones en el giro temporal, el neocortex, la corteza parietal y el tálamo.
No obstante, una de las explicaciones mayormente aceptada por la comunidad científica sobre la diferencia de sexo en el Trastorno de Estrés Postraumático es que las mujeres se exponen a mayores riesgos que los hombres durante su vida. Por último, indicar que existen datos que relacionan el PTSD con cambios en el sistema inmunitario que podrían justificar, en parte, las diferencias de sexo en este trastorno. Se ha descrito un incremento en la activación de los linfocitos CD45 (células de memoria del sistema inmunológico) mayor en pacientes diagnosticados con PTSD que en los controles (Wilson et al., 1999), alteraciones semejantes a las de patologías autoinmunes como el lupus eritematoso sistémico. Es conocido que las mujeres presentan una respuesta inmunitaria más vigorosa que los hombres, pero también una mayor incidencia de enfermedades autoinmunes, como el lupus eritematoso sistémico (entre 7-10 veces más), la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple (entre 2-3 veces más) (Darnall y Suarez, 2009). Los estudios epidemiológicos nos muestran que las diferencias entre los sexos a desarrollar trastornos de ansiedad, surgen en la adolescencia y tienden a desaparecer en la menopausia de la mujer.
Asimismo, la incidencia de estos trastornos varía según las distintas fases del ciclo hormonal en la que se encuentre la mujer. Si además tenemos en cuenta que los cambios introducidos por las hormonas reproductivas -durante la fase intrauterina y la pubertad, el ciclo menstrual, el embarazo y la menopausia-, modifican claramente la estructura y la función cerebral, todo ello sugiere que las hormonas sexuales juegan un papel determinante en la etiología y en las manifestaciones clínicas de estas patologías (Altemus, 2009; Horst et al., 2009). Como hemos expuesto, realmente no se conoce por qué las tasas de ansiedad son tan elevadas en las mujeres y se sabe muy poco sobre cuales son los factores de riesgo antecedentes. Se especula que pueden existir factores de vulnerabilidad (bioquímicos, hormonales, sociales) que expliquen esta preponderancia a los trastornos de ansiedad en la mujer. Sin embargo, hasta la fecha, no se han identificado ni dilucidado los factores que originan las diferencias de sexo en la etiología y patofisiología de los trastornos de ansiedad, siendo necesaria más investigación sobre el tema.
Problemas que pueden ser objeto de atención clínica
Siguiendo el Manual Estadístico DSM-V, los problemas de atención clínica más frecuentes son:
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Relacionado con factores ambientales |
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Relacionados con el trauma |
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Información adicional
Si necesita consejo, ayuda o tiene la sospecha que una persona llegada esta experimentado o en riesgo de tener sintomatología de estrés postraumático puede llamar para concertar una cita en Psicólogos Ansiedad Madrid
No te Avergüences, el Trastorno de Estrés Postraumático tiene tratamiento
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Ansiedad y Estrés
Pánico, miedo, conductas evitativas.
Duelos
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Depresión
Los trastornos comorbidos de ánimo son muy frecuentes.
Psicoterapia
La psicoterapia es la intervención más eficaz .
Apoyo médico
Recomendación farmacológica y psiquiátrica.
Niños y adolescentes
El TEPT también se desarrolla en niños y adolescentes.
Tratamientos
Todos los tratamientos son clínicos y validados.
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